Artículo publicado en el Diario de Avisos
“Llevo días planteándome porqué después de tantos años de problemas, ahora que todo parece estar perfectamente encajado en mi vida, de que todo funciona, comienzo a buscar defectos a lo que me ocurre, es como si yo misma estuviese provocando desequilibrios, como si hubiese algo en mi acostumbrada a estar siempre en medio de vaivenes emocionales. Nunca me permito estar realmente bien, tranquila y satisfecha”. Así comenzó Ana María su sesión de psicoterapia.
Veamos qué ha pasado y sus posibilidades: determinadas personas siempre están viendo el vaso medio vacío, todo es motivo de queja y desasosiego, su vida funciona pero hay algo en ellos que siempre los lleva a estar en lucha. Los hay también que, aún teniendo sus pilares estables, se meten en problemas, pongamos el caso de Eduardo un hombre de mediana edad, con trabajo y pareja estable, que sin necesidad, se mete simultáneamente en salidas de infidelidad, que le llevan a ocultaciones y mentiras. Cuando le pregunto si algo falla en su vida me cuenta que no sabe por qué lo hace. En este caso, Eduardo crea unos estados de inestabilidad que él mismo sabe innecesarios. Tiene un hábito a revisar: no dejarse ser feliz, es decir, no asumir la responsabilidad de cuidar y darle energía a su matrimonio.
Todos sabemos que a determinadas edades como puede ser la adolescencia en donde hay una necesidad de experimentar, y posiblemente una mala percepción del peligro y los riesgos, se pueden dar con relativa frecuencia conductas que lleven al joven a situaciones inestables, pero a diferencia con los dos casos anteriores, el adolescente no cuenta con el bagaje de experiencias y de conocimiento que le muestran los resultados generados por sus acciones. Así que la pregunta es: ¿porqué aún sabiendo que lo que vas a hacer te crea inestabilidad, lo haces?
Otro caso muy común es el de Cristina que mantiene una relación de pareja como la denomina ella “caótica”, de la que se queja continuamente y que no logra experimentarla desde el disfrute y la alegría. Cada día supone un desencuentro más entre ella y su compañera, pero se han adaptado a este sistema de funcionamiento. Se pasan la jornada echándose cosas en cara, y cuando todo marcha bien hay una sensación de que en cualquier momento va a saltar la chispa que las vuelva a enfrentar. No saben estar bien y disfrutarse mutuamente. Su única forma de contacto es a través de la agresión mutua.
En algunos casos habrá que intervenir, pero en todos, ahora que está tan de moda los pactos entre partidos políticos para salvar la crisis, el objetivo es que podamos hacer pactos con nosotros mismos para conseguir una vida tranquila y estable.
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