Artículo publicado en el Diario de Avisos

Mario hace planes de disfrute para el día, pero no consigue entregarse al goce porque, cuando comienza una actividad lúdica, ya está pensando en la siguiente. Por un lado, es incapaz de darse cuenta de que tiene una seria dificultad de entregarse al momento que vive, de sentir el presente. Por otro, como no siente, lo intenta sustituir por realizar tareas una y otra vez. Cuando le preguntas con qué ha disfrutado responde con una retahíla de actividades efectuadas pero, al profundizar, descubrimos que no las ha disfrutado: únicamente ha pasado por ellas. Esto le da una sensación de aprovechar el día, pero el precio que paga es el de una vida desconectada y una sensación de vacío.

Cada vez más llegan a las consultas de los psicólogos personas a las que en apariencia todo les va bien, pero dicen sentirse “vacíos” y por lo que vemos no es una cuestión de cantidad sino de calidad, esto es, intentan realizar muchas actividades lúdicas para llenar su “vacío” pero sin disfrutarlas, sin sentirlas, de esta forma el problema no se soluciona sino que, por el contrario, se acrecienta.  Pongamos el ejemplo de Julia que se ha dado cuenta de que ya no disfruta del sexo con su pareja (se siente vacía), y cuando profundizamos en lo que ocurre en medio de la práctica sexual, nos indica que ya está pensado en tareas pendientes de su trabajo o en asuntos relacionados con sus hijos o en otras tantas cosas que la hacen estar desconectada del disfrute de ese instante.

Esta dificultad para disfrutar puede ser un indicador de que algo no funciona en nuestra vida, nos está señalando que hemos de cambiar ciertas actitudes. Por otro lado, todos pasamos momentos difíciles en la vida por malas noticias, y está claro que estas situaciones dificultan nuestra capacidad de disfrute, si se prolonga mucho en el tiempo habrá que consultar a un profesional que nos asesore para descartar cualquier tipo de trastorno.

Un sencillo ejercicio a realizar consistirá en situarnos en nuestros sentidos de tal manera que si estás cenando, seas consciente del sentido del gusto, de las texturas, colores, del sentido del olfato, de las temperaturas (pues no es lo mismo comerte la carne fría que caliente), además de poner consciencia de quién nos acompaña, de la iluminación que hay. ¿Has visto a un niño disfrutar? El está plenamente inmerso en eso que le gusta, con todos sus sentidos puestos en ello….así que ¡A disfrutar como niños!.