Artículo publicado en el Diario de Avisos
Hay gente que de forma natural intenta ayudar, no se conforman con el si puedo o no puedo, sino que van más allá y buscan la manera de ser útiles. Cuando uno pide un favor, el otro, si es que quiere, quizá pueda echar una mano, pero los hay que además se esfuerzan de verdad en ayudar, de resolver el nudo o el problema. Otros se limitan a hacer lo imprescindible, este artículo no es para ellos. Yo conozco a muchos.
Hay momentos en la vida en los que todos necesitamos ayuda de verdad, situaciones de emergencia en las que necesitamos de otros, de una ayuda cooperativa.
También es cierto que algunas personas tienen una dificultad manifiesta en gestionar la petición de ayuda y ante el más mínimo envite de la vida, ya se están colgando del otro; y los hay también “rocosos”que en nadie confían y que a base de palos a ningún otro se acercan, lobos solitarios, distantes, su lema: “yo puedo, yo solo”, porque “no quiero deberle nada a nadie” o porque “no quiero que nadie se entere de mis debilidades”. En este caso, para la persona, esa necesidad supone un indicador de debilidad propia y por eso no quiere mostrarse vulnerable ante el otro.
En cualquier caso uno es libre de pedir y el otro ha de ser libre de decidir si quiere ayudar o no.
Prestemos atención a cómo nos movemos en estas situaciones, recordando que unas veces estaremos en un lado y en otras, en el otro: “Marineros somos y en la mar andamos”.
A veces, se puede perder en el camino real cuando, se ha dedicado solamente a ayudar a otros, cuando desgastas todo tu ser en el prójimo, olvidando lo verdaderamente importante que es tu propia realidad y de organizar tiempo para ti, para ser responsable de brindarte la ayuda y tiempo que tú realmente necesitas. Nos dispersamos en el camino, para no enfrentar nuestra propia realidad.