Artículo publicado en el Diario de Avisos
Cuando vamos al cine a ver una película somos conscientes de que nuestro actor preferido representa un papel, está actuando. En otro film representa a otro personaje y todos sabemos que en su vida real éste desaparece para emerger así la persona.
Todos representamos un papel, tenemos el personaje del político, el del cómico, el del jefe o el del subordinado, el del bravucón del barrio, el de la habladora que critica, el del hombre justo, el de la justiciera, el de víctima o pobrecito yo, el de viva la vida, el de serio y responsable, los hay muy variados. Cada uno se viste de determinada forma según el personaje que represente, los hay elegantes, hippies, a la moda, postmodernos. Todos y cada uno con una postura corporal determinada (determinada por el propio personaje), pues el cuerpo adopta y queda caracterizado así como el actor en una película. Solemos definirnos a nosotros mismos por el trabajo que realizamos, “yo soy psicólogo, o soy médico, o soy tal cosa…” pero esto no es lo que yo soy, solo supone lo que yo hago, porque confundimos el ser con el hacer, esto es, confundimos el personaje con la persona. Recuerdo el caso de Johnny Weismuller, el actor que representaba a Tarzán, que a base de actuarlo llegó a confundir su personaje con su persona y terminó en un psiquiátrico gritando y saltando de cama en cama.
Las personas vienen a las consultas de los psicólogos porque les duele la vida, sin plantearse que ese sufrimiento está mantenido en muchos casos por su propia representación del personaje. Se ha puesto una máscara y ya no es consciente de ella.
En palabras del excelente psicoterapeuta Francisco Bontempi Prieto: “el trabajo de cada uno es ir dándose cuenta de su personaje caracterial y al mismo tiempo con qué mecanismos se defiende, qué actitudes utiliza para seguir manteniéndose”. Efectivamente, para conservar la postura en la foto hacemos gran gasto de energía, nos quedamos agotados representando una y otra vez nuestro papel, justificamos nuestras conductas, casi todas encaminadas a salvaguardar nuestro personaje. Y ahí está el problema que a base de representar nuestro papel una y otra vez, ya no distinguimos lo que es real y lo que es mentira (la película personal de cada uno). Un ejemplo de ello es el de un paciente con un papel exitoso socialmente que viene con una sensación de vacío existencial y que pretende convertir las sesiones de terapia en otra representación de su éxito hablando de todos sus triunfos y victorias, esto es, viene a reforzar su personaje no a cambiar. Esta idea de personaje y máscara no es nueva, aparece ya recogida en muchas tradiciones filosóficas de pensamiento y a partir de ahí surgen orientaciones psicológicas como la escuela Gestalt y Biogestalt, en ellas, el trabajo planteado irá encaminado a darse cuenta y esto provocará un despertar progresivo de la conciencia de sí mismo, poco a poco comenzará a arriesgarse, a dar respuestas alternativas, a explorar otros roles más útiles, a no estar manejado por su rol, solo de esta manera logrará ser dueño de sí. Nos podemos preguntar dónde y cuándo se forma esto que llamamos personaje y la respuesta viene dada por nuestros inicios, la familia. Cada uno en ella representa un papel, nos adaptamos al sistema familiar porque buscamos el amor de nuestros padres y hermanos (entre otros), buscamos su aprecio y atención. De esta manera y a base de repetir estrategias que nos ayudan a adaptarnos al sistema ( familiar y posteriormente escolar) se va a ir consolidando hasta la edad adulta este personaje. Pero lo que en un principio nos ayudó a adaptarnos, ahora nos encorseta y nos limita porque nos obliga a estar permanentemente representando un papel y esto es agotador. Imagínese por un momento lo que supondría llevar una de esas máscaras de carnaval de forma constante cuando nos relacionamos y que nos olvidemos de ella hasta que se quede fija, llegará un momento en que confundamos la máscara con nuestra verdadera identidad. La pregunta a formularse sería: ¿ quién soy yo realmente?
Intentamos mostrar nuestra mejor versión. Mantenerla siempre agota y desanima si no mostramos la imagen que queremos dar.
Esto me recuerda a la película matrix, donde Neo tenía que elegir entre la pastilla roja o azul. Una de ellas le facilitaría vivir en la vida que ya conoce donde todo seguiría igual ,mientras que la otra lo trasladaría a su verdadera pero dolorosa existencia. Creo que todos deberíamos afrontar la realidad aunque sea dolorosa. Hay que quitarse la máscara para poder ver bien el camino.
El mejor ejemplo es el de las profesiones. Yo soy médico, yo soy director, yo soy abogado… No. Tú eres una persona. Lo otro es lo que haces o lo que has elegido hacer. Claro que ahí mezclamos la vocación con el ego o aspiraciones que no siempre están en sintonía con el fondo. A veces, el que dice soy tal o cual cosa lo hace refrendando un supuesto estatus. Pero esto también es sociología, puesto que la percepción de la sociedad influye en nuestro comportamiento.
Lo de representar un papel no lo veo, salvo que realmente te interpretes a ti mismo. Al final eres el personaje al que mejor conoces. Tratar de cambiarlo puede llevarte a ser nominado al Razzie y no al Oscar…
Es muy complejo, ya que actuar constantemente tiene que ser agotador. Y ser uno mismo siempre puede ser peligroso, porque fuera hay personajes que están esperando a la caza, osea que lo ideal es encontrar un equilibrio, donde seas tú, pero no mostrarte del todo, con cualquier persona. Nos autoengañamos constantemente por diversos motivos, osea que es muy difícil apreciar del todo la realidad, depende de la perspectiva en la que se mira, de los momentos y de las experiencias vividas.
Yo no se si se adopta desde pequeño para ser aceptado, o encajar. Pero desde luego que el trabajo, la primera orientación de tu vida fuerte influye mucho en ese personaje, tanto que, en ocasiones dejas de ser aquel quien eras, debido a las exigencias de ese personaje.
Es muy difícil separar el personaje que interpretas o rol en tu vida profesional, de aquella persona alegre y desenfadada o pasota que se era, por ejemplo.
Lo de las estrategias para lograr atención que empezamos a descubrir en la niñez, que vamos utilizando y alternando, ésa farsa que representamos inconscientemente, de víctima, de indiferencia, de cualquier actitud para captar la atención y el control y de la que sólo salimos si nos damos cuenta de la farsa, de la representación, del disfraz.
Me parece un tema bastante complicado de entender, es decir, yo creo que depende del lugar y el momento vamos a tener una forma de ser; y me parece entendible, está claro que no nos vamos a comportar igual con nuestro jefe, con nuestra pareja o nuestros padres. Aunque sí considero que solo somos nosotros mismos (de forma auténtica) cuando estamos solos, y muchas veces ni en ese caso nos atrevemos a exteriorizalo y lo guardamos dentro de nuestra cabeza.
Nos hemos acostumbrado tanto a interactuar con la gente y a moldearnos que nos asusta sacar lo que somos verdaderamente por miedo a que nos juzguen, porque estarían criticando tu «yo» más sincero.
En la vida deberíamos mostrarnos y actuar siendo nosotros mismos, con propia personalidad que es lo que nos hace entre otras cosas únicos-diferentes (costumbres,vivencias etc..) pero es cierto que consciente o inconscientemente muchas veces no nos mostramos tal y como somos, creando personajes a lo largo de nuestra vida por motivos o circunstancias, y realmente nos comportamos siendo nosotros mismos con nuestras familias, amistades más íntimas…los que realmente saben como somos. Creo que es muy importante, en la medida de lo posible, vivir tus sueños y no soñar tu vida, lo que podría ayudarnos a no confundir el ser con el hacer.