Artículo publicado en el Diario de Avisos

Estás en casa, no sabes qué hacer, levantas un ojo y te encuentras con la arista que separa la pared y el techo, simplemente la sigues, a dónde te lleva? Esa cuestión no te interesa pues no buscas un destino, solo entretenerte con lo que sea. En ese movimiento errático te encuentras con una cadena de hormigas, igualmente la sigues. La mente salta de un estímulo a otro, no para quieta ni un momento. Parece que ahora se entretiene con una mancha que hay en mis zapatos y enseguida salta a otra cosa. Qué aburrimiento!!.

En esta época donde los chicos y adultos estamos sobreestimulados con mil máquinas electrónicas, creo que el aburrimiento es una gran oportunidad para volver a la inventiva, para desarrollar nuestra creatividad. Uno genera ideas por salir del tedio.

Como adultos, propongo hacer una reflexión sobre una tendencia que vengo observando a la hora de relacionarnos con nuestros niños, consistente en que somos nosotros quienes nos sentimos obligados a activarnos para sacarlos a ellos de su aburrimiento, pero con esta actitud no los dejamos crear ideas para generar así actividades por y para ellos mismos.

En efecto, se lo intentamos dar todo masticado y en muchos casos los saturamos, todo por tenerlos entretenidos, estimulados y en muchos casos…calladitos. Con ello no estamos permitiendo que nuestros hijos se desarrollen, pues los limitamos a nuestra creatividad y así los atamos a nosotros. De esta manera, creamos niños dependientes cuando, por el contrario, han de ser ellos quienes exploren por sí mismos con curiosidad las fronteras del hastío y descubran por sí solos las soluciones.

Han de aprender a gestionar su tiempo libre y no siempre ocupárselo nosotros.