Artículo publicado en el Diario de Avisos

Cuando yo era niño, teníamos un gato al que le faltaba un ojo y llamábamos Catalejo: lo habíamos recogido de la calle, de entre los escombros y la basura. Lo cierto es que fue creciendo y aprendió a cazar,  a veces traía un ratón, un pajarillo, pero más adelante ya se aventuraba hasta con conejos, que soltaba a la puerta de la casa. Lo teníamos bien alimentado -incluso diría yo que hasta cebado-, así que dedujimos que se trataba de un instinto de caza y un cierto deseo de compartir sus logros. Se ponía a maullar hasta que uno de nosotros recogía la presa y lo acariciaba, entonces “Catalejo” simplemente se acomodaba en el sillón y se dormía. Misión cumplida.

En muchas personas hay una búsqueda incesante a ser reconocidas por sus éxitos, cada acción que emprenden está motivada para mostrarle a su público lo triunfadores que son. Buscadores incansables del aplauso y la aprobación. Se miran a sí mismos a través de sus logros: “Tengo tanto…valgo tanto”.

En este sentido, me llama la atención que en las películas de Hollywood se insulten con la frase:  “Eres un perdedor” (“You’re a looser”), cuando la escucho me río al imaginarme a dos Canarios intentando insultarse de esa manera. Pero a lo que sí estoy acostumbrado es a ver la presión a la que algunas personas se someten intentando, por ejemplo, cumplir las expectativas que su familia tiene sobre ellos o ellas. Y se esfuerzan por conseguirlos sin ni siquiera pararse a pensar y a sentir qué es lo que quieren verdaderamente ellos o ellas.

No todos hemos nacido para diseñar y construir grandes edificios, ni tenemos las habilidades ni conocimientos para ser cirujanos cardiacos que intervienen en un corazón dañado o para convertirnos en grandes personajes públicos. A nuestro entender, el simple hecho de crear un hogar, de amar y respetar a los hijos, dándoles una educación en valores, de mantener nuestro trabajo y ser eficaces en él, todo ello es un logro inmenso para los hombres y mujeres comunes, es decir, nosotros.

Cuánta gente se pasa simulando algo que no es, una sexualidad que no tiene, un dinero del que jamás ha disfrutado.., todo por miedo al rechazo y a ser descubiertos. De nuevo, encontramos la idea de que “los demás me van a valorar por lo que hago y tengo y no por lo que soy y siento”.

Recalcamos desde aquí la importancia de la idea de premiar no tanto por los logros sino por el esfuerzo, pues el éxito puede  llegar o no, pero estaremos desarrollando nuestra perseverancia y tenacidad, elementos esenciales para una buena vida. Quiero decir que finalmente mi gato Catalejo, al que no le faltaba de comer, estuvo a punto de perder el otro ojo por colarse en un gallinero.