En nuestro anterior artículo sobre el ruido definíamos y explorábamos lo que era el  ruido interior. Hoy les propongo revisar este concepto aplicado a la pareja. En efecto,  los problemas de pareja con los que trabajamos en consulta los psicólogos vienen determinados, en gran parte, por el exceso de “ruido” que no permite que los miembros de la pareja se puedan encontrar y comunicar con éxito.

En ocasiones, se trata de una problemática individual derivada de estrés en el trabajo, o problemas físicos que son trasvasados a la relación de pareja, un ejemplo de esto sería las descargas de mal humor de uno de los miembros hacia el otro pero gestados en el ambiente laboral. De igual manera, las tensiones provocadas por los hijos acaban siendo, en muchas ocasiones motivo de discusión en la pareja, donde se utiliza al otro como saco de boxeo donde descargar las frustraciones.

En efecto, estas problemáticas individuales pueden ser transferidas a la pareja, que gestionará este conflicto de diferentes maneras. Podríamos hablar entonces de dos tipos de relaciones, las primeras las llamaremos de ruido asimétrico, porque están basadas en que uno de  sus miembros siempre está mal, así que el otro se escoge para sí el rol que va a equilibrar el sistema, esto es, siempre estar bien. Son parejas en que los problemas o ruidos vienen motivados por el mismo miembro. Pero, ocasionalmente, la persona que siempre está bien podría comenzar a entrar en crisis; lo que ocurre entonces es que los roles se intercambian y la persona que antes estaba mal, ahora comienza a estar bien para compensar el sistema.

El problema es que en ambos casos la relación de pareja siempre está en conflicto. Sería una pareja “eternamente con problemas”. Aquí, el terapeuta  podría empezar trabajando desde el reconocimiento por parte de cada uno de sus miembros del rol que desempeña en la pareja y cómo su propio papel ha cronificado el del otro.

El segundo tipo de relaciones son aquéllas en las que existe una forma más o menos estable de ruido con la que relacionarse entre la pareja, que podríamos llamar  de ruido simétrico. Aquí, desde que se encuentran el uno con el otro sintonizan en la frecuencia del desacuerdo y la pelea. Los dos miembros han perdido por completo de vista la sintonía inicial amorosa, de negociación, de crecimiento mutuo y se han establecido en la lucha por derrumbarse mutuamente.

El trabajo, en este caso, irá enfocado en mover individualmente a cada uno hacia una nueva frecuencia, desde donde sintonicen como en una nueva radioemisora en la que puedan recibir y emitir mensajes, esta vez sí, amorosos.

Para ello les propongo una revisión honesta de lo que siente cada uno hacia la pareja, respondiendo a una serie de preguntas: ¿ Qué siento realmente por el otro? ¿Qué ansío?  ¿Qué aspectos positivos tiene mi pareja que me cuesta reconocerle?

Así, muchas parejas, aunque vivan juntas, llevan años sin “verse y sin “oírse”, porque han cambiado y ya no se reconocen. Para ello ha de haber previamente una voluntad de encontrarse, una voluntad de sintonizarse en una nueva frecuencia para madurar juntos. Supone mirarse y decirse a uno mismo con franqueza qué he hecho bien y en qué aspectos me he equivocado.

INFIDELIDAD:

En determinadas parejas, por ejemplo, uno de los miembros ha sido infiel y lo que ha quedado emocionalmente en el otro es una sensación de estar arrasado/a, de vacío o, a veces, lo que queda es un sentimiento de odio, de haber sido traicionada/o. Estos sentimientos han de ser expuestos porque, en caso contrario, se traducirán en una fuerza destructiva en la pareja.  Se ha de explorar por la persona infiel su responsabilidad en todo el proceso, si es puntual o recurrente y deberá conectar con su voluntad de comprender por qué ha ocurrido, rectificar  y reparar el daño causado. Asimismo, habría que trabajar los sentimientos de culpa y de vergüenza: todo esto, añadido a las mentiras, provoca un gran ruido silencioso que hay que afrontar.

Por su parte, el miembro fiel debería hacer un camino paralelo en sentido de encontrar qué parte de responsabilidad debe asumir en ese proceso. Tendrá que conectar además con una voluntad de comprender y perdonar, tras ventilar los sentimientos de rabia que han podido quedar, ya que ellos son un obstáculo importante para que la pareja siga adelante.

He de aclarar en este punto que cada pareja es diferente, cada una con sus sentimientos, motivaciones y circunstancias. Es cierto que los psicólogos contamos con cuestionarios de aserción en la pareja, así como de adecuación, como indicadores de ajuste entre los miembros, pero son solo eso, herramientas indicadoras.

DROGAS:

Nos encontramos aquí con aquellas parejas en las que un miembro es adicto a las drogas, en las que existen sentimientos amorosos pero a la vez una voluntad de seguir consumiendo. Esto provoca un ruido casi permanente en la relación, una polaridad en la que en un extremo estarían los sentimientos positivos y en el otro los sentimientos de estancamiento y bloqueo cuando hay un consumo. En estas parejas difícilmente hay una maduración conjunta,  puesto que unos de los miembros está permanentemente en alerta, nutriendo al otro y vigilante de que “no caiga”. Este miembro tiende a olvidarse  de sí, de sus necesidades, para estar permanentemente en el otro. En este caso hay que solucionar la problemática adictiva, a la vez que estudiar cómo la relación ha podido mantener la misma y a partir de ahí establecer nuevas pautas de relación.

 

OTROS CASOS:

Otro tipo de ruido consiste en mantener la relación a cualquier precio, porque hay una inercia en continuar en la pareja pese a que ya se han agotado los sentimientos amorosos. El ruido en este caso consistiría en la rutina de estar por estar. En ocasiones es por un modelo cultural: “una persona para toda la vida”, sin darse cuenta de que los caminos se han vuelto divergentes y ya no solo no se comparten sentimientos, sino tampoco intereses comunes. Esto se hace evidente en algunas  parejas de larga duración en las que los hijos ya se han ido de casa y lo que queda es un inmenso vacío entre ambos. A ellos les propongo la revisión de su proyecto, reactivarlo o modificarlo, partiendo de la conexión con uno mismo.

Hemos visto algunos ejemplos de los ruidos que se dan en la pareja, ahora veamos una  técnica de abordaje de las muchas con la que contamos los psicólogos. Todas están encaminadas a clarificar sentimientos, confrontar obstáculos,  comunicarnos con eficacia, explorando lo que nos motiva y desmotiva en la relación, siendo honestos con nosotros mismos para ver qué sentimos y qué queremos, y a partir de ahí ver al otro.

Un ejemplo de estas técnicas de abordaje es el Entrenamiento Asertivo, cuya eficacia  se ha verificado científicamente. Consiste en cinco puntos básicos:

  1. Darse cuenta y comunicar al otro: ‘Me siento mal’
  2. “Cuando haces o dices A (concretar qué es lo que me hace sentir mal)”.
  3. Silencio (dejar que el otro se explique).
  4. “Si haces o dices B” (dar varias alternativas)
  5. “Me sentiré bien”

Les invito a practicar esta fórmula y a explorar dónde tienden a bloquearse. Algunas personas presentan la dificultad en el primer apartado, esto es, no conectan con lo que sienten. Otros se bloquean y no concretan el motivo que los hace sentir mal. Los hay que hablan ellos solos y no dan la oportunidad de que el otro miembro de la pareja se exprese. Otros no dan soluciones ni alternativas, solo expresan el problema y por lo tanto no indican cómo resolverlo.