Artículo publicado en el Diario de Avisos
Constantemente veo a personas que pasan de una relación sentimental a otra, como un cambio de cromos: en el mismo momento en que está finalizando una relación ya están buscando otra. Me decía una paciente que desde pequeña le enseñaron que una mujer sin pareja no estaba completa, ¿qué iba a ser de una joven si estaba sola? La respuesta sana es muy clara: ella misma. Pero esto a muchas personas les da miedo. Recordemos asimismo la vieja premisa: “estar solo, mejor que mal acompañado”. En el caso del hombre, en muchos casos vemos que no quieren permanecer solos y se buscan a una figura sustitutoria de cuidado y protección, en algunos casos como si fuera la misma madre.
Aquí no hay un pararse a reflexionar cómo se están repitiendo en su vida estas conductas de pasar de una relación a la siguiente, porque de lo que se trata es evitar y escapar de la sensación que provoca el miedo a estar solo (“necesito apoyo y ayuda porque sin el otro, yo no puedo”). Y al no hacerlo, la persona no tiene ninguna oportunidad de conectarse y desarrollar sus capacidades para ser independiente, lo que le ayudaría para el autocrecimiento. De esta manera no madurará y seguirá dando la misma respuesta una y otra vez de “engancharse” al otro.
La situación se agrava cuando la persona reconoce que ya su relación no funciona, pero aún así sigue manteniéndola pese a ser conflictiva. Paralizada por el miedo a enfrentar algo nuevo, a darle un nuevo rumbo a su vida, “permiten todo” y se esconden tras “todo va bien”, porque su mecanismo para no cambiar es el de aguantar. Si aguanta, no se queda sola. Otros aspectos que pueden condicionar son las posibles presiones económicas y la presencia de hijos, todas estas circunstancias suponen fuertes condicionantes que junto al miedo a la soledad les mantienen maniatados.
Diametralmente opuesto a este miedo a estar solo que provoca encadenar una relación tras otra, estarían aquellas personas que por miedo a perder su libertad evitan establecerse en una relación. En ambos casos se presenta un problema con la libertad. El primero no quiere ser libre por miedo a estar solo y el segundo tiene miedo a no sentirse libre y perder su independencia. Algunas recomendaciones que damos para estas últimas personas sería analizar cómo viven la relación de pareja y situarlos no en su miedo a perder independencia o a perderse en el otro sino, por el contrario, que experimenten todos los aspectos positivos de relacionarse, de esta forma podrán vivir de manera positiva la entrega.
Para los primeros, habría que identificar con el paciente qué le pasa y reducir el temor, exponer y trabajar con la expresión y regulación emocional, realizar actividades enfocadas a mejorar la seguridad e independencia, algo que les irá ayudando a madurar e ir ganando seguridad en sí mismos. Tengamos presente que al principio puede costarnos y puede generar ansiedad, ya que realizar nuevas conductas es como caminar por nuevas rutas, al principio nos sentimos inseguros y torpes pero, en la medida que hacemos camino, vamos sabiendo que sí podemos. Las actividades a desarrollar pueden ser de lo más diversas, por poner algunos ejemplos: ir a comprar, irse al cine solo, cenar con uno mismo en algún sitio fuera de casa, la misma lectura de un libro, pasear o hacer deporte, entre otras. Una buena estrategia supone hacernos un listado de gratificaciones, de cosas que nos gusten, e ir realizándolas cuando estemos solos, de esta manera comenzaremos a disfrutar nuestros momentos de soledad. En este caso la persona estará sola, pero no se sentirá sola, estará muy bien acompañada por su disfrute, ocupándose de satisfacer sus propias necesidades.
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