Artículo publicado en el Diario de Avisos
¡Cómo son algunas cosas!, hay quien se empeña en mantener la unidad familiar a toda costa, pese a que la relación de pareja entre los padres haga aguas y se esté hundiendo; los hay también que se culpabilizan de no haber sido capaces de aguantar la presión y haber optado por una separación, sintiendo así que rompen la familia que ellos crearon.
Veamos un ejemplo de cada caso, en el primero tenemos a María cuyo marido la desatendía a ella y a sus hijos, un hombre ausente que le era infiel y que buscaba cualquier excusa para estar fuera de casa; ella aceptaba la situación porque su prioridad era la de mantener su familia unida a toda costa. En este punto de la historia nos estamos dando cuenta que su fantasía era tener su familia, pero el precio que pagaba era sentirse constantemente humillada, poco valorada, sintiéndose vacía como mujer; por otro lado sus hijos veían que su madre no era feliz y siempre solitaria. ¿Vale la pena tanto sufrimiento para mantener la fantasía de familia?.
En el segundo caso tenemos a Pablo: se ha divorciado después de unos años caóticos, de desencuentros constantes, en donde ya no se podía rescatar la relación de pareja. Pasados los años este hombre sigue sintiendo cula de no haberle sabido dar a sus hijos un modelo de familia tradicional. Si lo reflexionamos, Pablo no se da salida, si se queda en la relación se pierde él, y en caso contrario, en el que da el paso de divorciarse, lo que va a sentir es culpabilidad. Haga lo que haga, ninguna de sus decisiones le será fácil.
Lo curioso del primer caso es que fue su marido quien decidió separarse; gracias a ello, María comenzó otra vida donde por fin tuvo consciencia de que podía sentirse feliz y sus hijos también, ya no tenía la presión de mantener una relación sin sentido; comenzó a cuestionar su creencia de que “es necesario mantener la pareja a toda costa para mantener la familia”, porque se dio cuenta de que estando ella bien y siendo feliz, sus hijos también lo serían. Actualmente es una mujer que disfruta de su vida y de su familia plenamente.
Con respecto al segundo caso, Pablo se dio cuenta de que si hubiese optado por quedarse en una relación tóxica, todos hubiesen sufrido, pues las discusiones y los gritos eran constantes y esas actitudes dejan marcas muy difíciles de sanar en los hijos. Actualmente, cada uno ha establecido nuevas relaciones de pareja mucho más ajustadas y armoniosas, donde sus hijos saben perfectamente quiénes son sus progenitores y se sienten acogidos por ellos. Ha habido separación entre sus padres, sí, pero en ningún caso desestructuración familiar, factor clave para la felicidad de nuestros hijos.
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