Todos conocemos a personas que parecen que van por la vida mirando a los demás por encima del hombro, no se trata de dolores articulares en el cuello, sino más bien de su ego, simplemente se creen superiores y van por el mundo mirando  hacia arriba, a algún punto por encima del horizonte que nadie más alcanza a ver.

Me vienen a la cabeza las palabras del astrofísico y divulgador Carl Sagan cuando en su libro, “Un punto azul pálido” señaló que al paso de la sonda espacial Vayager I se tomó una fotografía del planeta Tierra desde más de 6000 millones de kilómetros de distancia, esa imagen muestra nuestro planeta como un simple y pequeño punto de luz que ilustra el lugar que ocupa el hombre en el universo; relativizando así los problemas al ponerlos en un contexto cósmico. Nos da consciencia de fragilidad, porque todos estamos ahí, ese es nuestro hogar y desde esa perspectiva la vida en la Tierra se muestra delicada, donde la explotación masiva de los recursos naturales tal y como se realiza hoy en día, claramente no es sostenible. Se necesita mayor respeto hacia todos y cada uno de los elementos de nuestro planeta para que pueda perdurar la vida.

Pero volvamos a Carl Sagan: “Ese puntito en medio del espacio es nuestra casa.  Eso es aquí. Eso somos nosotros, todas las personas que has amado, conocido, de las que alguna vez oíste hablar, todos los seres humanos que han existido, han vivido en él,…, cada cazador y recolector, cada héroe y cobarde, cada creador y destructor de civilizaciones, cada rey y campesino, cada pareja enamorada, cada madre y padre, cada niño (…) ha vivido ahí —en una mota de polvo suspendida en un rayo de sol. Nuestras posturas, nuestra importancia imaginaria, la ilusión de que ocupamos una posición privilegiada en el Universo…Tal vez no hay una mejor demostración de la soberbia humana que esta distante imagen de este minúsculo mundo. Para mí, subraya nuestra responsabilidad de tratarnos los unos a los otros más amable y compasivamente”.

Creo que reírse de uno mismo y de su importancia es un buen indicador de nuestra salud mental. Relativicemos la trascendencia de nuestro propio personaje, porque, en definitiva, solo representamos papeles. Aprendamos por ello a convivir en paz con nosotros mismos y, por ende, con el de al lado.