Muchas de las personas que acuden a terapia me hacen esta pregunta: ¿cómo seleccionar al profesional que me va a acompañar en mi proceso de cambio?
Claramente lo primero consistirá en saber qué me ocurre, qué quiero transformar en mí y a continuación dirigirme hacia el profesional.
Cierto es que muchas pacientes realmente no saben qué es lo que les ocurre (sensación de vacío existencial, falta de proyecto personal, finalización de una etapa laboral o posible cierre de una relación, no tienen un diagnóstico), pero creo que definir el problema ayuda y dirige nuestra búsqueda para solucionarlo.
Una paciente hace muchos años me preguntó, si yo estuviera en su caso ¿qué haría? ¿Cuáles serían los criterios con los que yo seleccionaría al profesional?, a mí me pareció una excelente pregunta! En mi caso buscaría una persona experta en el tema en cuestión, que me transmita seguridad y sabiduría, sentirme bien escuchado y comprendido. En esta profesión se necesita una madurez personal (experiencia de vida) y profesional (suficientemente cualificado y con una amplia práctica de años).
Desgraciadamente en esta época de internet, nos encontramos que aquello que aparece en las redes sociales puede no ser cierto o que el técnico se ha elaborado un perfil a medida con unas reseñas escritas por amigos o familiares que lo presentan como un gran especialista con muchos años de experiencia, cuestión que puede ser que tampoco sea verídica.
En este caso “el boca en boca” funcionaría muy bien, pues nos aseguramos que con otros pacientes que ya han pasado por la consulta ha habido éxito y buena conducción. Creo que el buen profesional no solo te ayuda dándote herramientas, sino que, además, él mismo ha limpiado su propia casa antes de limpiar la ajena, esto es, ha enfrentado los miedos, las inseguridades y ansiedades con los que se va a encontrar la/el paciente en su propio recorrido terapéutico. Los estudiantes de psicología una vez finalizados sus estudios universitarios hacen uno o dos masters, pero carecen de experiencia práctica, esto no significa estar delante de un experto, sino que estamos ante una persona que tiene un título.
El/la paciente ha de tener claro que la sesión no termina cuando acaba la cita, sino que ha adquirido un compromiso de trabajo sobre sí mismo/a que ha de llevarse a cabo en su casa o en su vida hasta el próximo encuentro con el terapeuta, aspecto necesario para que se consoliden los cambios por los que se ha venido a consulta.
Por otro lado, el/la profesional ha de contestar las dudas que la persona nos plantea o acompañarlo para que sea él o ella misma quien le dé respuesta a sus propios cuestionamientos (aprendizaje por descubrimiento), lo que incidirá favoreciendo para que no se genere dependencia con el terapeuta. Ha de explicar también «el encuadre», esto es, el método o forma de abordaje, frecuencia de las visitas, duración y precio de las mismas.
Puede ser que se trate de un buen profesional, pero que sintamos que no se encaja con él/ella, si esto fuera así, la persona se quedaría en el perímetro de sí misma sin atreverse a hacer una exploración profunda y honesta de su problema, ya que no existiría la confianza necesaria para abrirse en terapia y confrontar con sus nudos o limitaciones. La persona se queda en la superficie y no llega a resolverse. Debería haberse establecido una comunicación clara y libre para que el paciente decida quedarse o irse, o pedirle ayuda al profesional para que le recomiende a otro/a experto que se ajuste más a su perfil.
No solo el/la paciente ha de tener la libertad para quedarse o irse de la terapia, sino que, el/la profesional tiene la misma libertad para aceptar o no el caso ( esto dependerá de si se trata de su competencia, si siente que va a serle útil o no a la persona con su trabajo, si aprecia voluntad e implicación necesaria en el/la paciente para que se pueda dar el cambio).
En definitiva, lo primero para el psicólogo es crear este clima de seguridad y confianza, empatía, tener un diagnóstico claro y saber manejarse con maestría (esto es: conocimiento técnico, junto a experiencia de años en psicoterapia) y por último, implicarse con el/la paciente y “el caso”.
W.P.R.
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