Artículo publicado en el Diario de Avisos

“Estoy muy preocupada por las reacciones de mi hija de 6 años: ante mi negativa de darle algo que ella pide, comienza a gritar, a pegar patadas,  insulta y amenaza”. Así comenzó Candelaria, una madre joven a hablar de lo que estaban pasando con la niña. Las reacciones de sus padres eran intentar minimizar el asunto sonriendo y disimular por la vergüenza que sentían en lugares públicos; de esta manera, la menor  aprendió a manipularlos con su conducta, los manejaba a su antojo amenazando con “hacer su espectáculo” si no le daban lo que ella quería, como ella quería y cuando ella quería.

Esta tiranía o síndrome del emperador viene definida como un trastorno de conducta que se inicia con sus progenitores y más adelante se generaliza al resto de las personas de su entorno, y se caracteriza por reacciones de ira o enfado por no conseguir lo que ansía, dónde y cuándo lo quiere.

En el caso de observar este tipo de reacciones habría que establecer unos límites claros que no dejen lugar a dudas acerca de las conductas que son aceptables y cuáles no, porque hemos de recuperar el poder y la autoridad si queremos ayudarles de verdad: esto provocará su rebeldía pero en ningún caso cederemos a ella; igualmente hemos de hacerles recapacitar por las consecuencias negativas de sus actos y hemos de aplicar un costo de respuesta por ellas, sin violencia alguna, pero siendo firmes. Un elemento importante supone que todos los agentes afectados, esto es, padres y demás familiares, profesores del colegio o instituto, y demás adultos trabajen al unísono en la misma dirección para extinguir todas estas conductas problemáticas.

Para prevenir estas reacciones hemos de educar a nuestros jóvenes desde la infancia, en la que aprendan a tolerar la frustración de una negativa, a demorar las gratificaciones, a controlar los impulsos, a comportarse respetuosamente con los demás, fomentando en todo momento la reflexión y el diálogo.

Por su parte, los padres han de reflexionar también en su dificultad en poner y mantener los límites, esto es, en decir “NO”, ¿Por qué han permitido que los maltraten?, y ¿porqué les cuesta tanto establecer pautas de disciplina a sus hijos? Otro elemento importante a tener en cuenta en estos padres, es su tendencia a satisfacer cualquier petición de sus hijos por inapropiada que esta sea, ya que así están favoreciendo un carácter caprichoso, egoísta en sus hijos. Han de enseñarles que hay un gran potencial educativo en la frustración y en el fracaso. No logrando las cosas a través de la manipulación y el engaño, buscamos favorecer el desarrollo del esfuerzo y la tolerancia a la frustración, dos elementos de vital importancia en su porvenir para ellos y para quienes los rodean.