Artículo publicado en el Diario de Avisos
A veces, las relaciones se terminan y producen dolor, ya que hay un duelo pendiente: “Mi pareja me ha dejado, ya no me quiere, y me siento perdido/a”. En las rupturas pasaremos por distintas etapas: puede que inicialmente lo neguemos y no reaccionemos, como si todo fuera una broma pesada que no está ocurriendo; posteriormente acontecen estados emocionales de ira y tristeza, que hay que sentir y reconocer para que no se encapsulen. Esta última etapa, en las relaciones que han sido largas, puede durar normalmente de 9 meses a año y medio para superarla e integrarla en su totalidad pero, en ocasiones, se enquista durante años y la persona se queda fijada en ella sin resolverla, como si la vida se quedara congelada y a partir del momento de la ruptura todo se hubiera detenido. Cada día comienza igual, desde que la persona abre los ojos hay un pensamiento recurrente de desolación. Pasada esta época, ya pueden aparecer ideas de cómo habría podido evolucionar la relación si hubiera continuado y, a partir de este momento, poco a poco, la persona se irá restableciendo. Ha sido una operación cardiaca -a corazón abierto-, y por ello necesitaremos tiempo y los cuidados oportunos para sanar la herida.
En todo este proceso hay una serie de tendencias de escape y evitación que hemos de tener en cuenta, ya puede ser el ir saltando de relación en relación -con ello no estamos dándonos el tiempo necesario para sanar-, lo que sería un escapar del dolor, con sucedáneos. La persona, simplemente, no quiere sentir. Otros se dedican a salir, a beber, porque si se paran van a padecer el dolor de la ruptura y la pérdida, en vez de pararse en lo que podríamos llamar actitud de recogimiento. Con ello no estamos diciendo que haya que hurgar en la llaga, porque simplemente el duelo hay que pasarlo y el alcohol actúa como anestésico para posteriormente (con la resaca) aumentar más los estados de “bajona”. En otros casos lo que se hace es pasar todo el día hablando de trivialidades, de cosas superficiales, y con ello nos estaremos perdiendo la cualidad terapéutica del hablar de lo que nos duele, aclarando nuestros sentimientos. Porque al expresarlos damos forma y concretamos lo que sentimos y ello nos ayuda a sanar. Puede ocurrir también que la persona se quede enganchada a su ex, ya que se bloquea y decide quedarse indefinidamente esperando su regreso: “Él/ella va a volver”. No se quiere ver que la otra persona ya tiene una nueva vida y/o nueva pareja estable, puesto que ha retomado y reconducido su vida emocional. Hay una serie de actitudes que nos pueden ayudar a superar este periodo: busquemos todas aquellas actividades que siempre nos gustaron y que dejamos de lado estando en pareja, reforcemos las relaciones de amistad, igualmente nos pueden ayudar nuevos hábitos como el estudio y el hacer deporte. Las cosas se terminan y la vida siempre continúa, integrémoslas y demos paso a otras buenas cosas que están esperándonos.
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