Artículo publicado en el Diario de Avisos

Algunos trenes solo pasan una vez, tal vez dos veces en la vida y los que ya llevamos encima años, lo sabemos. Es cierto que podemos propiciar que vuelvan determinadas oportunidades, que con los años esperando en determinado andén, aquel tren que no cogimos en su día, lo tomemos hoy.

Un amor, un puesto de trabajo, lo que fuera. Al pasar el tiempo, mucha gente me ha dicho: “cómo es que no lo vi”, o “no lo supe valorar”; en todos los casos la persona se muestra apesadumbrada por no haberse dado cuenta a tiempo de la importancia de ese momento para sus vidas.

María tuvo un gran amor de joven pero por las presiones familiares optó por otro hombre de mejor nivel social y desahogo económico. Han pasado ya más de 50 años de aquello, sus tres hijos ya son mayores e independientes, su matrimonio desembocó en divorcio y ella aún recuerda aquel hombre de su juventud. Roberto, un emigrante canario en Venezuela, trabajaba de sol a sol como albañil, una noche cuando regresaba a su casa, un coche se salta un stop y provoca un accidente en el que el otro vehículo comienza a arder, el conductor se da a la fuga pero él se baja a socorrer a las víctimas. Pasan los meses y uno de los accidentados al salir del hospital va a ver a Roberto,  en señal de gratitud por salvarlo a él y a su mujer le informa que se dedica a la compra venta de terrenos, que hay una gran oportunidad de ganar dinero haciendo una inversión en centro de Caracas, donde por cada peso invertido ganará 20. Por las presiones de su esposa, Roberto desestima la inversión. Efectivamente como le auguró su informante, los terrenos son comprados por una multinacional para construir una gran superficie y aumentan notablemente su valor.

La vida nos propone situaciones, y nos toca a nosotros decidir si abrimos o no la puerta, por lo tanto pongamos conciencia en ello. Lo cierto es que “la oportunidad se aprovecha cuando surge la oportunidad, y no después”.